El final de un largo camino
Microcuento
El desaliñado gato caminaba sin rumbo por una de las sucias
calles de San Juan de Lurigancho. Era cerca al mercado Huascar, donde por las
noches antes de que lleguen los de limpieza, quedaba lleno de desperdicios de
todo tipo. Periódicos, bolsas, manchas de restos de animales y líquidos de todo
tipo llenaban las veredas y pistas por donde caminaba el felino. El buscar sobrevivir
era algo que hacía desde que nació, no conocía otra cosa durante toda su vida, nació
en la calle y en la calle siempre vivió. El gato sin nombre deambulaba buscando
algo de comida, se encontraba particularmente cansado y con mucho sueño. A
parte del desgaste físico y el hambre, estaba cansado de tener que buscarse la
comida todos los días entre estos desperdicios. Mientras que varios de sus congéneres,
eran mimados y engreídos en sus respectivos hogares, tenían alguien que los
cuidaba y que los alimentaba. Los llevaban al veterinario, cuando enfermaban y a
algunos hasta los trataban como a sus propios hijos. Mientras que en el
mercado, él era visto por todos los demás humanos como una alimaña más de la
que cuidarse. No querían que el gato
robe sus pedazos de carne de res, trozos de pescado o patas de pollo.
Al no encontrar nada que comer opto por dormir en un frio
rincón que encontró, quedo apenas visible cerca a los depósitos de basura, que
había terminado de investigar. Se quedó profundamente dormido, y comenzó a
soñar. Soñó que caminaba por una larga carretera, donde no pasaba ni un auto o
persona. A los lados de la carretera no había nada, solo era un camino en medio
de la nada. Camino y camino por un largo rato, hasta que las llagas de las
patas ya no le dejaban continuar. Aún así decidió seguir, buscaba un lugar
mejor donde descansar o comer algo. Cuando ya no pudo más, solo llegó a divisar
a lo lejos un lugar que ya conocía bien. Era una vez más el mercado lleno de
indiferentes humanos que ya conocía. ¡Que decepción! ¿Sería este su fin? El
gato se sumió en la más profunda depresión. No quería aceptar su triste
destino. Solo llegó a tumbarse rendido ahí a las puertas del sucio mercado.
Después de un largo rato en el que solo atinaba a sollozar, comenzó
a oír que desde alguna parte del mercado, alguien hablaba más alto que el
resto, era casi como si le hablasen a él. Logro distinguir el “oye gato” y
cuando busco a la fuente, vio a lo lejos a alguien sin poder distinguirlo por
completo. “Oye gato” se oyó más fuerte pero ahora detrás de él. Fue entonces
cuando se despertó. Y logro divisar a una niña que le ofrecía en una bolsa un
puñado de ¿comida? A su vista solo eran bolitas secas de diversos colores. Tenía
miedo de aquella persona, pero su hambre pudo más y se acercó a la bolsa de
bolitas, la cual comenzó a devorar frenéticamente. La niña le dijo “Es comida,
tengo más donde vivo. ¿te gustaría ser mi gato? El gato no comprendía mucho lo
que decía la niña, pero sentía que no era igual que los demás humanos. Es por
eso que, una vez que termino de engullir las galletas, se dejó cargar por su
nueva amiga, esperando tener un futuro mejor que el presente que había vivido
hasta el momento. El final de un camino siempre lleva a otro, bueno o malo no
se sabe, pero es otro camino al fin y al cabo.
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