Mi aventura subiendo al nevado Huaytapallana - 5/05/2010

 




Mi aventura subiendo al nevado Huaytapallana 

5/05/2010


 En Abril del 2010, mis amigos Carlitos, Johan y yo viajamos a Huancayo, con el propósito de subir al nevado Huaytapallana, lugar que es muy popular entre los tours, para quienes buscan tener la experiencia de subir a una montaña que aún tiene nieve. No como otras que por el calentamiento global se están quedando “peladas”. Fuimos animados por un viaje anterior que Johan había realizado y nos contó que esa vez solo pudo subir un poco al nevado. Él había ido con otro amigo, Miky y juntos se cansaron pronto, tal vez no estaban debidamente aclimatados o preparados en ese momento, y se quedaron con las ganas de volver a intentarlo. Así que ahora él quería volver al nevado. Entonces coordinamos el viaje y fuimos a Huancayo en busca de un poco de aventura. Contratamos el tour respectivo, pero los primeros dos días solo viajamos dentro de Huancayo para aclimatarnos, haciendo unos recorridos cortos. Llegó el tercer día y ya estábamos listos, según nosotros, para subir a un nevado en un recorrido que iniciaba a los 4000 msnm y debíamos subir hasta los 4800 aproximadamente. El trajín aproximado sería de 7 horas, incluidos el ascenso y descenso.

Algunas raciones iniciales

Nos levantamos muy temprano. Compramos algo de fruta, agua, ron, cigarros para mi amigo y hojas de coca para “chacchar”. Partimos en un auto desde la ciudad hacia el punto de inicio de la caminata. En el auto se sentía cada vez más frío conforme nos íbamos acercando al nevado. Iniciamos un largo ascenso cuesta arriba con el auto, hasta que nos atascamos en una zanja. Resulta que sus llantas laterales se atascaron en una acequia repleta de barro, debido a que la trocha era muy angosta. Por dar pase a otro auto, el carro se orilló tanto al camino que se quedó atrapado. No pintaba bien el inicio de nuestra aventura y ya eran más o menos las 10 y 15 de la mañana. Decidimos bajar del carro para ver mejor la situación, y fue ahí cuando sentimos que entrabamos a un congelador. Habíamos dejado el auto calentito y habíamos saltado a un refrigerador. Ni siquiera iniciábamos la subida y ya dudaba del abrigo que tenía. Estaba algo preocupado por la demora, ya que no quería bajar una montaña a oscuras. Pero luego de esperar un rato el auto logró salir de su embrollo, con la ayuda de un generoso chofer de camión que pasaba por ahí. Seguimos subiendo en auto y llegamos a eso de las 11 00 am. Al inicio de la travesía, una humilde capilla que servía como posada inicial a todos los aventureros nos daba la bienvenida. También algunos perros salían a saludarnos. Ahí dejamos pagado el menú, que consistía en una trucha frita y un mate de coca. Plato que íbamos a devorar al bajar del nevado.

Sinuosa subida al nevado en auto


Primer contratiempo


 ¡ Gracias señor camionero !



No era la primera vez que subía a un nevado. En realidad, era mi segunda vez desde mi viaje de promoción de colegio a Huaraz. Llegué a pisar el nevado Pastoruri cuando existía nieve aún en él. Ahora el calentamiento global ha derretido bastante ese manto blanco. De esa experiencia recuerdo que el soroche hizo estragos en mí, me dolía la cabeza de manera horrible por soroche y falta de sueño, ya que la noche anterior había viajado desde Lima a Huaraz en una custer, en unos asientos horribles y no había descansado para nada bien. No hubo ni tiempo ni dinero para aclimatar a ese grupo de escolares, entre los cuales me encontraba yo.

Solo tenía dicha experiencia anterior en un nevado, pero esa caminata habrá durado a lo más 2 horas. Este iba a durar siete. 3 horas y media de subida y 3 horas y media de bajada aproximadamente. También había subido a ciertas montañas como Palacala en Santiago de surco o a las lagunas gemelas de Orcococha en Matucana, cuyos recorridos demoran aproximadamente lo mismo. Obviando la nieve por su puesto, dichas experiencias me daban la confianza necesaria para creer que podía culminar el recorrido.

Inicio de la caminata 1


Inicio de la caminata 2


Al inicio quisimos comprar un poncho de plástico, para protegernos de la nieve o lluvia, pero solo encontramos una bolsa grande naranja que al envolverla a nuestras espaldas nos hacían parecer unos pordioseros, pero a mi visión éramos como unos monjes shaolin improvisados.

Me llamó la atención ver a unos tres perros recibirnos al llegar a la posada. Recuerdo un perrito color caramelo con poco pelo como para ese clima extremo y paseando por ahí como si pasear en un nevado lo afectase lo más mínimo. Su pelo se notaba con rastros de nieve que comenzó a caer en ese momento y estaba también algo húmedo. Lo cual no le impedía pedir comida a mi amigo Johan. Parecía que los perros soportaban mucho más el frio, que nosotros.




Iniciamos el ascenso luego de comprar algunas provisiones más. Nos tomamos una foto con el letrero que marcaba los 4000 msnm y comenzamos a subir con mucho entusiasmo mis dos amigos, el guía y el chófer del auto. Ya me olvidé de sus nombres, así que llamare al guía "Guido" y al chofer "Meteoro". Tuvimos la suerte de recibir una ligera lluvia y nieve. Era mi primera vez viendo nevar al cielo.

Subiendo por el nevado

Parece una escena de "La comunidad del anillo"

Seguíamos ascendiendo y al inicio afortunadamente no sentí mucho el esfuerzo. El calor que generaba mi cuerpo al subir, me mantenía tranquilo. Guido tenía una pequeña radio o reproductor de música el cual reproducía música vernácular instrumental, lo cual ambientaba nuestra caminata de forma alegre y algo mística. Habrán pasado 2 horas y el cansancio comenzó a mellar la velocidad de ascenso de todos. Algunos avanzábamos más rápido que otros. Carlitos, se comenzó a quedar atrás poco a poco, pero lo manteníamos a la vista aún, a unos 20 o 30 metros de distancia. Aprovechábamos en descansar de vez en cuando, y lo esperábamos sentados con Johan y Guido. Meteoro acompañaba muy de cerca a mi amigo Josias. Era cruelmente gracioso cuando todos descansábamos sentados esperando a Carlitos, y cuando él llegaba con su paso lento y algo agitado, se sentaba a descansar. Inmediatamente nosotros nos levantábamos diciendo "prosigamos". No era porque teníamos algo contra él. Era porque sabíamos que teníamos las horas contadas. Que la luz del día debía iluminar nuestra subida y descenso, y si demorábamos mucho se dificultaría la bajada, que de por sí ya era difícil de hacer. Carlitos hasta ahora nos reclama que no le dejábamos descansar y que tampoco los esperábamos en nuestra común travesía.

Llegamos a la primera parada del recorrido, donde culminaba el recorrido “básico” del nevado, por así decirlo. Se podrían apreciar varias pequeñas “apachetas” en dicho punto, que son montículos de piedras colocados por los aventureros a través de los años. Nos tomamos varias fotos y filmamos algunos videos de manera alegre y entusiasta, disfrutando de la experiencia de estar en un nevado, con nieve cayendo y en general el hecho de estar vivos y presentes en dicho lugar.




Luego de la pausa, seguimos subiendo por un camino que solo Guido reconocía. Después de más de 3 horas de ascenso, el frío y el cansancio, sumado al mal de altura, comenzaba a mellar mis pasos. Eso a pesar de haber tomado las pastillas respectivas contra el soroche. Soy pésimo chacchando coca, así que no podía hacerlo. Se filtraba algo de agua en mis zapatos, y a pesar de usar bolsas en los pies, se congelaban aún más los mismos por la humedad. Te odio por hacer estos zapatos tan malos, fabricante que ya no recuerdo. Mi casaca no era impermeable, solo la bolsa en mi espalda impedía que se mojase la mayor parte de mi torso. Usaba guantes de lana, que poco a poco iban absorbiendo más y más agua helada. O sea, tenía un pésimo equipo para semejante travesía. Es una lección que grabe con frio en mis huesos, y que me hizo aprender que indumentaria no debía llevar a un nevado. Iba con una vara de caña que me ayudaba a fijar mis pasos. Dicha vara que alquile en la posada por un sol, no impidió que me resbalase y caiga una, dos y hasta tres veces. El suelo por partes era una mezcla pastosa de rocas, barro, agua helada y nieve. Mis amigos veían mis estrepitosas caídas, con lo cual me preguntaban ¿estas bien? También creo que se reían para adentro a veces. Felizmente no fueron caídas graves, pero por ratos se sentía como caminar sobre rocas empapadas de aceite.

En un momento Meteoro se acercó a Guido, Julio y a mí. Dijo algo así como: "Oye tu amigo está mal, está hablando incoherencias". Aún nos faltaba un poco más para llegar a la cima, y yo me preguntaba qué tan mal estaba Carlitos para iniciar el descenso. Lo esperamos algo preocupados, sin embargo, lo vimos que estaba cansado, pero no estaba tan mal como Meteoro había creído. Solo había sido un malentendido a las cosas que mi amigo le conversaba.







A eso de las 3 y 30 pm llegamos al último tramo de la caminata. Para eso el soroche ya había hecho estragos a mi cabeza y el estómago no me permitía comer las raciones que tenía. Se nos ocurrió llevar mandarinas, que a esa temperatura eran rechazadas por mi friolento estómago. El agua caliente que teníamos se había acabado. También el ron. Solo quedaba el agua de botella que se encontraba a temperatura de la gélida montaña. Cada vez que tomaba de dicha botella, debía calentar el agua en mi boca, y ni aun así lo lograba. Ya no pude subir el último trayecto, por el cansancio y la jaqueca. Johan si logro subir con Guido. Yo me quede abajo esperándolo con Carlitos y Meteoro.

Un monje shalin en el nevado

Lagunas en el nevado


Ultimo trecho

Meta lograda

Esperando a que bajen Johan y Guido


Esperando a Johan

Toda la vista del ascenso era hermosa e impresionante por donde mirases, veíamos lagunas negras abajo nuestro durante el último tramo y podía ver a una gran montaña blanca a pocos metros míos, ahora que habíamos llegado al último trecho. La neblina no nos permitía ver por completo la cima, pero aún así era imponente aquella masa enorme de rocas y tierra, cubierta por un impoluto manto de nieve, por donde ninguna huella de ningún ser viviente se había atrevido a mancillar tan hermoso paisaje, teniendo al clima gélido como guardián natural de semejante paisaje. La blancura de la cima de la montaña contrastaba con el suelo rocoso y negro en el cual nos encontrábamos Carlitos, Meteoro y yo. El cielo, mayormente nublado, por escasos momentos dejaba pasar tímidos rayos de sol, que al inicio de la subida nos ayudaban a apreciar mejor el bellísimo paisaje. Pero en la cima, dicha niebla ya no les permitía el paso. Esta gélida neblina se me confundía con las nubes por ubicarnos tan alto en la montaña, casi a 4800 msnm.





Mientras esperaba que bajaran del último trecho Guido y Johan, logre tomar foto a un insecto, que a mi ignorancia parece un mosquito gigante. Y me pregunte ¿a quién iba a querer picar este insecto en este clima tan extremo? ¿Acaso hay algún ser vivo aparte de nosotros en este paraje? Pues por la presencia de este insecto así lo parecía.

Insecto en la puna



Guido y Julio descendieron del último trecho, no pudieron avanzar más porque había tanta nieve que era peligroso continuar debido a que podían hundirse en alguna grieta invisible. Una vez nuevamente reunidos, nos tocaba descender. Eran las 3 y 30 pm y nos quedaban menos de 3 horas de luz. Por lo que iniciamos un descenso acelerado, tanto así que no registramos ninguna foto o video de recuerdo para el descenso. Avanzábamos sin perdernos de vista. Mi amigo Carlitos que avanzaba ahora mucho más lento que el resto, era nuestra principal preocupación. El malestar de altura me seguía molestando la cabeza y Johan también confesó que la jaqueca, recién al descender, lo estaba matando.



A pocos metros de acabar el descenso nos dio las 6 y 30 pm y la luz comenzó a desaparecer. Ninguno de nosotros tenía linterna salvo el guía. Seguimos avanzando y atrás podía ver a Johan y más atrás a Carlitos. Guido iba adelante con unas botas de caucho hasta las rodillas que le permitían caminar sin problemas. Meteoro también estaba cerca nuestro.

Johan espero a Carlitos, y cuando estuvo junto a él le preguntó ¿estas bien? Carlitos, que tenía un dolor de cabeza gigante y estaba cansado a más no poder, respondió más por orgullo:" si, estoy bien". Respuesta que dio una inmediata reacción de Johan, que comenzó a descender de manera frenética, para llegar lo más rápido a la posada donde nos esperaba el ahora ansiado menú. Dejando solo entonces a Carlitos. Recuerdo que el último tramo del descenso lo recorrimos completamente a oscuras y yo solo me guiaba por un punto de luz muy difuso. Era la luz que asomaba por la ventana de la posada del menú. A la oscuridad se le sumaba el viento y la ligera lluvia que dificultaba la visión del camino final.

Cuenta Carlitos que en medio de esa oscuridad, y luego de hundir la pierna hasta la rodilla en un pozito con agua helada, se arrepintió de todos sus pecados y que dudo un momento en sí rendirse o seguir avanzando. Felizmente decidió seguir avanzando. Y ya nos encontramos los tres amigos en la posada. La señora que atendía nos sirvió una taza caliente de mate de coca que mis congelados dedos de la mano agradecieron. El frío me había quitado el hambre, pero como sé que enfermo que no come se muere, decidí devorar mi trucha frita. Lo mismo hicimos todos los viajeros a excepción de Carlitos que decía no tener hambre y luego nos confesaría que tenía miedo de devolver la comida porque se sentía terrible.

Cansados pero contentos



Culminada la cena, era hora de regresar. Nos acurrucamos en el auto, y luego del descenso donde creo que hasta nos quedamos dormidos, acabo el tour y regresamos al hotel. Recuerdo que el agua caliente de la ducha devolvió la sensibilidad a mis pies y manos, que estaban congelados.

Habíamos alquilado un cuarto con tres camas, para abaratar costos. No hace falta decir que los tres quedamos dormidos en el acto, luego de semejante esfuerzo físico y mental. Porque sí, cuando estas arriba, con los pies y manos congelados, las piernas temblando de cansancio, con jaqueca y falta de oxígeno. Pueden venir a ti pensamientos como ¿llegaré? ¿sobreviviré? ¿Llegaré entero? Todos esos pensamientos también te agotan mentalmente. Es una razón más por la que cuando llegas a la cima, sientes una satisfacción enorme por haber llegado a la meta.

Un hecho anecdótico fue que de madrugada, cuando todos estábamos profundamente dormidos, se comenzaron a oír unos gemidos varoniles a lo lejos, imagino que en otro cuarto del hotel. Cuando yo los oí, decidí ignorarlos ya que mi cansancio y sueño no dejaban moverme de mi cama. Sin embargo, Carlitos, el que estaba más cansado, levanto medio cuerpo de su cama algo sorprendido. Al darme cuenta, le dije que durmiera nomas, que no hiciera caso. "Lo están matando" comentó impresionado.

Al día siguiente recordábamos la travesía. Ya con gracia, pero contentos de haber cumplido el objetivo. Por eso dicen que cada vez que una persona sube a una montaña, baja siendo otra. Termina aprendiendo algo más sobre sí mismo y su fuerza. Conociendo sus debilidades para afrontar mejor en un futuro alguna experiencia similar.
En mi caso me hizo recordar lo frágiles que somos los seres humanos, que como un clima tan extremo puede hasta costarte la vida, si no tomas las previsiones del caso. Y sin embargo siempre habrá personas que estarán dispuestos a desafiar a las montañas. Los más experimentados vivirán estas aventuras como un paseo más en el parque, pero para nosotros unos limeños con casi nula experiencia en el trekking, fue una experiencia durísima, pero al mismo tiempo muy gratificante. Mis respetos a todos aquellos aventureros anónimos y espero que lleguen a casa sanos y salvos, tal como lo hicimos nosotros. Un saludo a mis amigos Johan y Carlitos y también a Guido y Meteoro, donde sea que se encuentren.



Comentarios

Entradas más populares de este blog

La chica que saltó a través del tiempo - Capitulo 1

La chica que saltó a través del tiempo - Capitulo 22 - Final

La chica que saltó a través del tiempo - Capitulo 2